Después de un agotador día, volviendo a casa de madrugada en un autobús repleto de hormonas adolescentes en plena explosión, miró por la ventanilla y vio la luna en cuarto creciente con Marte justo debajo. Y en ese momento se dejó llevar.
Se colocó sus auriculares y subió el volumen para aislarse del escándalo reinante, y decidió escribirle. Ya habían cruzado algunos mensajes aquel día y había pensado mucho en Ella, así que le pareció perfecto demostrarle que seguía teniendo el poder de hacer que el mundo entero enmudeciera, que Ella continuaba siendo su todo.
Pero un instante después recordó que Ella tenía «noche de chicas», y que a aquellas horas ya estaría en plena faena. Si le escribía, posiblemente le incomodaría y terminaría logrando el efecto contrario. Así que subió el volumen, se conformó con soñar con ilusiones e imposibles, y pensó que, en aquel autobús, solo le faltaba el bourbon.