Seguía atónito. Habían pasado dos días, pero todavía no lograba asimilar lo que había ocurrido. Se suponía que era un reencuentro, se suponía que se iba a tratar de una suerte de reconciliación, se suponía que iba a ser el primer paso para la normalización. Pero con Ella las cosas nunca eran como se suponía. Pareció que aquella tarde esperaba de él lo que tantas veces le había negado, sin avisos, sin pistas, de improviso; y como él no se percató porque ni siquiera se lo podía imaginar, llegó el desencanto y la frustración.
Así que el continuaba atónito, intentando asimilar lo que había pasado, decidiendo si le escribía o no, pero sin atreverse a nada más. Porque si se atrevía a pensar en las consecuencias, lo único que sentía era pavor.