Su mundo se caía a pedazos. Ya no sabía qué hacer para arreglarlo, ni siquiera estaba seguro de que tuviera arreglo. El vórtice de tristeza y dolor lo iba devorando todo a su paso, dejando tras de sí un rastro de vacío y oscuridad.
Solo, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared, se preguntaba cómo había acabado allí, solo.