No solo había podido disfrutar de Ella por segundo día consecutivo, sino que además Ella se había inventado un aperitivo al mediodía para volver a verle cuando se habían despedido apenas una hora antes. Y aunque tuvieron que mantener discreción y distancias, poder pasar el rato hablando libremente y sin tapujos, a corazón abierto, y declararse todo aquello que nunca pudieron decir antes fue igual de maravilloso que las dos mañanas privadas en su casa.
Cosas de exhalar felicidad hasta por los poros, aunque fuera solo durante un aperitivo.