Era Su cumpleaños. Él quería hacer que se sintiera especial, pero no sabía cómo. Le escribió tibios mensajes en las redes sociales, que eran claramente insuficientes, y desechó la idea de quedadas y celebraciones. Y, por supuesto, ni hablar de regalos. Nada que no guardara las apariencias impuestas por aquel amor, secreto para el resto del mundo, que él le profesaba.
Siempre las malditas apariencias.