Y cuando estaba empezando a acusar el cansancio y la tristeza, cuando los ecos de su propio refugio empezaban a hacer mella en él, llegó Su mensaje inesperado compartiendo su canción, la de ellos dos, la misma que él había compartido en un arrebato del día de «su aniversario». Y él no quiso contestar más que con un corazón, porque de haber empezado a escribirle, no habría parado en toda la noche.
Luego recordó la canción que Ella le había recomendado en el bar justo antes de cerrar, y decidió escucharla. Pero lo que se encontró fue un temazo que cualquiera de los dos me podría haber dedicado al otro, porque ambos estaban enfermos de deseo y ansiosos de un antídoto que curarse sus venenos internos.
Una canción perfecta para arrancarse la ropa sin mediar palabra y curarse el uno al otro, como dos años antes. Como siempre que estaban cerca, como siempre que sus ojos se enganchaban, igual que aquella noche.
Antídoto para su enfermedad.