Se sentía anclado a aquel desastre tormentoso que era su vida, en el que nada arrancaba y echaba a andar: a la calamidad de su vida sentimental se continuaban sumando los fracasos en su vida laboral, uno tras otro. Daba igual lo bueno que fuera en su trabajo, su incapacidad para demostrarlo hacía que su credibilidad menguase con cada fracaso bianual.
Al menos, Ella le había escrito y se había interesado por él. Como premio de consolación no estaba mal…