Deseó con todas sus fuerzas que, en un día tan señalado como aquel, en el se cerraba una de sus vueltas al sol y comenzaba otra nueva, llegase de repente una llamada, un mensaje especial, una foto, un «me gusta», unas cervezas, un «algo» que redujera una pizca la distancia, que le indicara que, de alguna manera, Ella seguía estando allí con él.
Pero aquel algo nunca llegó. Y él, de una vez por todas, se dio por vencido. Que fueran los hados quienes se encargasen de traerla a Ella de vuelta, o que barrieran por completo las cenizas del amor más grande que ninguno de los dos iba a conocer en toda su vida.