Ella volvía a compartir fotos, volvía a sonreír, y él sonreía también, contagiado contagiado por Su luz. Después, se daba cuenta de que Ella estaba a centenares de kilómetros, tanto físicos como metafóricos, y que él nada tenía que ver en Su mejoría, y la sonrisa se le borraba de inmediato.
Al menos, se había hecho a la idea, de una vez por todas. Al menos, ya había dejado de engañarse a sí mismo.