Ni propósitos, ni cambios, ni motivaciones ni nada. Si andaba Ella de por medio, todo saltaba por los aires. En aquella larga tarde y noche quiso contemplarla, abrazarla, cantarle las cuarenta, besarla, hacerle el amor, mandarla a paseo un par de veces, llevarla a casa en brazos, acurrucarse en su pecho, todo a la vez. Porque Ella era así, porque cuando Ella le miraba como le miró aquella noche, todo a su alrededor desaparecía y solo estaba Ella.
Se llevaría aquella mirada al destierro dos días después, cuando la distancia y el silencio volvieran a reinar en su vida.