Él le pidió una canción para su habitual foto del bourbon nocturno, y Ella le le proporcionó una sin apenas pensar diciendo que le encantaba, y cuyo título era una suma de números muy determinada y sensual. Cuando Ella le dijo quién era la interprete del tema, él se arrepintió casi de inmediato, pues era un estilo de música de lo más alejado a sus preferencias, y no iba a casar muy bien con su «línea» habitual. Pero ya no se podía echar atrás…
La canción no le gustó nada, le pareció poco talentosa, muy explícita e, incluso, un poco grosera, pero era la canción que Ella escogió. Y, ayudado por la dosis excesiva de bourbon de la noche, se la imaginó a Ella escuchando la canción, dejándose llevar, poniéndola en práctica. No le costó ningún esfuerzo imaginarse a él con Ella, viviendo la canción. Y también se dejó llevar.