Reino

Parecía un contrasentido, pero la vuelta al trabajo y a las rutinas había sido una bendición, con la mente ocupada y sin tiempo ni para respirar poco espacio le quedaba para pensar en Ella. Pero en el poco que le quedaba…

La lástima es que no le ocurriera lo mismo por las noches; sus sueños continuaban siendo el reino poderoso e inexpugnable de Ella.

Primer propósito

La perspectiva para aquel día era, como poco, desalentadora: era domingo, último día de vacaciones, tenía resaca, y después de pasar toda la tarde anterior con Ella, ya se había convencido de que, aunque Ella le seguía deseando tanto como lo hacía él (no le quedaba ninguna duda), no iba a dar ningún paso que la acercase nunca más a sus brazos, a su casa y a su cama.

Y lo peor de todo, en aquel domingo de mierda continuaba incumpliendo su primer propósito de año nuevo: no escribir más sobre Ella.

Nada fácil

Aguantó el tipo como pudo después de toda una tarde y una noche de estar cerca de Ella, de que se hubiera cumplido todo lo que pensaba, de que hubieran tenido sus pequeños momentos a solas en los que le confesó que también le añoraba, que también Ella recordaba lo vivido un año antes.

Aguantó el tipo hasta que llegó a casa, hasta que se sentó en la cama para descalzarse y se le vino el mundo encima, y las canciones le golpearon como mazas, y un maremoto de lágrimas le dejó desamparado e indefenso como hacía meses que no se sentía. Entonces sacó los restos de la botella de bourbon, y se le escapó todo de las manos.

Porque podría tener muy claro que aquel nuevo año tenía que ser el primero sin Ella después de dos décadas, pero había que hacerlo de verdad, incluso cuando Ella lo intuía y «le animaba» a cumplirlo. Había que sobreponerse a las canciones, al bourbon y al mar de lágrimas, y no iba a ser fácil. Nada fácil.

Cuenta atrás

Se levantó como pudo, y prepararó los regalos casi contra su voluntad. Si aquel día tan concreto se le hacía siempre cuesta arriba, después de una noche de ahogarse en bourbon y revolcarse en recuerdos de un año antes estaba de todo menos preparado para un día de reyes, sabiendo que se verían por la tarde, que Ella parecía dudar pero se mantenía firme en la distancia, sabiendo que se acabarían buscando con los ojos, que se terminarían rozando, y que quedarían en el eterno «quiero pero no puede ser».

Pero también sabía que su cuenta de decepciones y resignaciones hacía mucho que estaba agotada, que la cuenta atrás estaba a punto de finalizar.

Arder

Es que parecía cosa de brujería, una vez más. Si antes escribía para dolerse por el pasado y Su silencio, antes aparecía Ella de la nada, le desarmaba, y con las mismas volvía a desaparecer.

Y él, ya convencido de que la larga noche de bourbon iba a ser aún más larga de lo previsto, solo pudo suplicar a los Magos de Oriente que se decidieran de una vez: o la traían a Ella de vuelta para volver a ser un poquito feliz, o le dejaban el carbón suficiente para hacerlo todo arder hasta los malditos cimientos.

Al fin y al cabo, para renacer siempre hacían falta cenizas.

Flaquezas

Una amistad común le preguntó por Ella, y él, omitiendo obviamente el breve amago de intercambio de mensajes del 1 de Enero, respondió que no sabía nada de Ella desde Nochevieja. Casi una semana.

Al cabo de un rato flaqueó y abrió el chat con Ella de ese mismo día justo un año antes, y si no fuera porque lo estaba viviendo en primera persona, no se creería que quien escribía aquellos mensajes entonces esgrimiese un silencio tan afilado ahora.

Estaba claro que iba a ser noche de bourbon, que no se podía permitir el lujo de tener aquellas flaquezas.

Más de lo mismo

Lo sabía, lo había intuido desde el primer abrazo de felicitación por el Nuevo Año: primero habían sido las miradas insistentes, luego la proximidad y el contacto físico a media que iban pasando las horas, hasta que a Ella le confesó, tras muchas reticencias, que le echaba de menos. Él, con su torpeza habitual y envalentonado por el alcohol, trató de contale su propósito de alejarse definitivamente y del todo, pero lo hizo rápido y mal, y Ella huyó del tema al instante. Entristecido y arrepentido, pensó en todo lo que le podía haber dicho en aquel momento de apertura (o de flaqueza) que Ella había tenido y que él tanto había deseado. Y aún así, mantenía el pálpito de que algo continuaba rondando por Su cabeza.

La certificación llegó al día siguiente: justo salía de la ducha cuando vislumbró con una sonrisa en su reloj la notificación de que Ella le había escrito: no tardó más de un par de minutos en secarse, pero al coger el móvil Su mensaje hacía desaparecido. Creyó que quizá se había equivocado, pero Su «chat» estaba el primero de la lista, por delante de los que había escrito con otras personas aquella misma mañana, lo que confirmaba que Ella le había escrito, y lo había borrado un instante después. Con lo que él odiaba que Ella hiciera aquello…

Se debatió entre ignorarlo o tirarle de la lengua y, escogiendo muy bien las palabras, optó por lo segundo. Su única respuesta fue un emoji como de «pillada» un par de horas después. Él hizo un par de intentos poco convencidos por si se decidía a hablar, a lo que Ella contestó que ya se lo contraría otro día. O nunca, que era lo que realmente significaban aquellas palabras.

Así que sí, lo había intuido y había acertado, Ella también le añoraba, incluso puede que dudase. Pero no iba a pasar de ahí. Así que, tristemente, también había acertado en su propósito para el año nuevo, debía mantenerse firme en la decisión de alejarse de Ella del todo. En vista de lo que había pasado puede que esperase hasta el último fin de semana de las vacaciones, por si por alguna carambola cósmica Ella decidía hablar o escribir, pero la decisión seguía siendo firme.

Porque comenzar un nuevo año con la certeza de que iba a ser otro año duro ya era malo; pero comenzarlo triste y dertotado desde el primer día, era ya insoportable. Era, simplemente, más de lo mismo.

Penúltimo

Había empleado el penúltimo día del año entre recuerdos de veladas y confesiones con Ella de mil años atrás, aniversarios de encuentros en su casa solo un año antes, y comida y «liada» de primos ese mismo día, y al final terminó sentado en su balcón empapando en bourbon el poco sentido común que le quedaba. Más que nada, porque empezaba a vislumbrar el error que había cometido al querer empezar un año nuevo a Su lado justo cuando, por primera vez en dos décadas, su primer deseo de año nuevo sería olvidarse de Ella, en vez de implorar que Ella le amase.

Ya no había vuelta atrás, ya no podía esperar más, como Ella le había dicho aquella misma noche de seis años antes. Aunque le fuera la vida en ello.

Manilla

Justo cuando se disponía a salir para el gimnasio, sujetó la manilla de la puerta y reparó en que, exactamente un año atrás y casi a la misma hora, sujetaba esa misma manilla para abrirle a Ella. Fue el primero de tres días consecutivos en que se desvistieron de ropas, de prejuicios y de obligaciones, y pudieron sentirse deseados, amados, libres y felices por una vez.

Un año después, de todo aquello solo quedaban recuerdos y la vana e ingenua esperanza de un mensaje que dijera «quiero verte», y otro que respondiera «say when».