Le consumía la rabia. Que su plan especial no funcionara entraba dentro de lo posible, por mucho que le doliera. Estaba acostumbrado a que, cada vez que decidía dar un paso adelante, todo se torciera y acabara lamiéndose las heridas como un chucho apaleado.
Pero en aquellas ocasiones en que parecía que Ella propiciaba un encuentro y lo terminaba cancelando en el último momento, se sentía como un idiota por haberse hecho ilusiones de verla, al menos, y al final quedarse compuesto y sin novia.
Si al menos recibiera alguna pista, alguna señal de que estaba (o no) en la senda correcta…