Aunque las cartas estaban sobre la mesa y ya no había marcha atrás, el insomnio le devoraba noche tras noche; su miedo a equivocarse era más fuerte que su cansancio.
Aunque las cartas estaban sobre la mesa y ya no había marcha atrás, el insomnio le devoraba noche tras noche; su miedo a equivocarse era más fuerte que su cansancio.