Pasaban las horas, los días, las semanas. Pasaba el tiempo inexorablemente, y seguía sin tener ni idea de cómo estaba Ella. No sabía si se encontraba bien, si estaba estresada, si era feliz, si pensaba en él. Sería muy fácil coger el móvil y escribirle, pero nunca se atrevía. Se decía a sí mismo que no quería crearle problemas, y era cierto. Pero también lo era que temía que, tal y como le insinuó meses atrás, Ella ya hubiera pasado página.