Desarmado

Había vuelto a suceder. Trató de mantener las distancias, de fingirse indiferente y de actuar como si nada ocurriera, y casi lo consiguió. Pero Ella decidió acercarse de pronto, pillándole desprevenido. Le obsequió con una sonrisa cegadora, posó despreocupadamente una mano en su brazo y le lanzó un sencillo «¿qué tal estás?«, al que él sólo pudo responder con un torpe balbuceo. Y tras un instante se dio la vuelta y se alejó de nuevo, llevándose con Ella el aire, las palabras y el valor, dejándole tan indefenso y desarmado como estaba al principio.

Hasta aquel momento pensaba que le quedaba un largo camino por delante. Pero entonces se dio cuenta de que ni siquiera había reunido las fuerzas para comenzar a caminar.