Su primera clase de yoga había sido intensa y complicada, pero no solo por su desconocimiento total de la materia y su deficiente estado físico, sino porque cada vez que cerraba los ojos y se concentraba en respirar y despejar la mente, era Su imagen lo que le inundaba por completo: sin motivo, sin razón, sin oposición.
Iba a tener que esforzarse mucho más, tanto en aprender posiciones y mantras como en bloquear su cabeza por completo.