Y justo entonces, cuando a pesar de la claridad que empezaba a insinuarse por su ventana y el huracán que seguía azotando su cabeza parecía que se empezaba a quedar dormido, sonó en sus auriculares «Magic» de Coldplay, la canción que Ella le había enviado apenas unos días antes por su cumpleaños.
Y quizá por el exceso de bourbon, el exceso de vueltas a su cabeza, el exceso de dolor en su corazón, el exceso de horas desperto o por todo a la vez, los ojos se le llenaron por fin de lágrimas y se convenció de que aquella noche ya no iba a dormir.