Pilló un virus de estos tontos que le mantuvo un par de días en casa con fiebre alta, y no pudo evitar acordarse de un año atrás, cuando se contagió de gripe. Ella se empeñó en ir a verle, y aunque él trato de oponerse por miedo a contagiarla, no pudo evitar que Ella se presentara, que se abrazaran y se besaran. Porque en aquel momento, ninguna medicina del mundo le sanaría más que el abrigo de Sus brazos y la ternura de Sus labios.
Obviamente, Ella se contagió, y cuando se vieron en público hablaban de la casualidad de que hubieran pillado la enfermedad casi a la vez, todo entre miradas cómplices y mariposas en el estómago. Porque, para él, nada podía resultarle más romántico que el hecho de que Ella hubiera decidido arriesgarse a un contagio solo por estar con él.
Un año después pasaba su virus solo, amargado y preguntándose cómo podía cambiar tanto la vida en el trascurso de tan solo doce meses.