A lo bonzo

Lo más probable era que estuviese equivocado, pero para un conspiranoico como él no podía haber sido casualidad que, justo después de decirle dónde estaba y que tenía compañía, Ella apareciese en ese mismo bar el sábado anterior. Y gracias a estar todo el domingo carcomido por la duda, empezó a barajar una idea bastante osada que había descartado días atrás. No se había atrevido a hacerlo porque podría suponer el fin definitivoa de su historia con Ella, cosa que le aterraba. Pero también era cierto que, si se iba a embarcar en una nueva travesía de la que posiblemente no habría vuelta atrás, tenía que tener la certeza de que no se la iba a encontrar a Ella en el umbral de su puerta tras sonar el timbre.

Así que así estaba, tratando de decidir si se quemaba a lo bonzo para renacer de sus cenizas como el fénix de su hombro, o si se limitaba a seguir sosteniendo la cerilla de una hoguera sin gasolina hasta que terminase por quemarse los dedos.