Llegaba el fin de semana, y con él la angustia de si la vería o no, de si Ella propondría quedar para unas cervezas o un picoteo o tiraría de otra gente, de si él debería dar primer paso o abstenerse por si Ella no quería verle, de si era conveniente incluir a terceras personas para dar menos el cante… Incluso de si era mejor poner tierra de por medio y luchar contra el mono salvaje que tenía de Ella, aunque supusiera quedarse otra vez solo y encerrado en casa.
Lo dicho, angustia.