Si le contase a alguien que le asustaba tener dos semanas por delante de vacaciones en absoluta libertad, le tomarían por loco. Pero claro, también tendría que contar que la persona a la que amaba estaba a trescientos kilómetros de distancia ocupada en otra vida, que no tenía casi amigos ni vida social, que su teléfono permanecía mudo durante días, que toda la gente que le importaba se había ido esfumando poco a poco…
Pero no le iban a tomar por loco, porque no había nadie a quien contar