Alguien le preguntó que si había pedido algún deseo al soplar las velas el día de su cumpleaños, a lo que el contestó que ya no tenía edad para andar pidiendo deseos.
Pero mintió, mintió como un condenado: haciendo pantalla con la mano para que no se apagasen las velas plantadas en una triste magdalena, deseó con todas sus fuerzas poder volver a tenerla a Ella entre sus brazos, antes de hinchar los pulmones y cumplir con la vieja tradición. ¿Qué otro deseo podría siquiera hacerle algo de sombra?