Había terminado el día de su cumpleaños. Y, al igual que el los últimos, se había sentido triste todo el día y fuera de lugar.
Recibió felicitaciones chivadas por las redes sociales, muestras de cariño e incluso algún regalo, pero le faltaron las dos cosas que más necesitaba: la primera era amor, y aquella falta le entristecía, porque él estaba lleno de amor para dar. Empezaba a resignarse ante la posibilidad de que, pese a las idas y venidas, a los arrebatos y los amagos, la destinataria no fuera a ser la que él habia escogido hacía ya tantos años. Y para el resto del mundo, era como si él no existiese, no de aquella forma al menos. Y, después de afrontar todo aquello, lejos de todo y de todos como estaba, tumbado en un colchón hinchable, tuvo meridianamente clara la segunda cosa:
Le faltaba bourbon.