Fuerza

Se le hacía difícil, francamente difícil, contener sus dedos cuando Ella le escribía que le echaba de menos: a la velocidad del rayo reaparecía aquella parte de él que seguía exigiendo que insistiera, que luchase por Ella tal y como había jurado tantas veces, porque era evidente que la llama dentro de Ella continuaba tan viva como dentro de él, y se le agolpaba el millón de cosas que quería decirle y no le decía.

Pero luego trataba de ponerse en Su piel, de sentir la lucha interna que Ella debía de estar afrontando, y terminaba por comprenderla y hacer el esfuerzo de refrenar sus dedos. Se necesitaba la misma fuerza para mantenerse firme para contenerse cuando se quería y no se podía, que cuando se podía y no se quería.