A media que empezaban a pasar los días, él se iba dando cuenta de la magnitud del esfuerzo que se veía obligado a hacer, y se preguntaba por qué no se había resistido más, por qué no insistía más en que debían estar juntos, por qué no continuaba enviando canciones a la lista de reproducción o reels moñas que solo Ella podía ver. Por qué no luchaba por ser feliz con Ella.
Quizá porque de eso se trataba el amor de verdad, de preocuparse únicamente por la felicidad del otro. Un ideal bello y noble que, sin embargo, no ayudaba nada cada vez que saltaba como un resorte al vibrar el móvil por si era Ella, ni a luchar contra la tristeza que le iba conquistando cada día.