Fluir. Dejarse fluir, se suponía que esa era la clave. Lo había hecho después de aquel primer beso inesperado de diciembre; había continuado haciéndolo tras el primer encuentro en su casa; incluso lo había logrado cuando Su breve ruptura. Pero ahora le costaba, ahora que llevaban días y días sin verse, ahora que el ansia y la pasión ya no inundaban sus mensajes, ahora que las canciones empezaban a dejar de volar, le costaba un mundo dejarse fluir.
Bastante tenía con autoconvencerse machaconamente de que todo eran películas en su cabeza.