No podía dormir. Siempre le pasaba los domingos, pero ocurría que Ella iba a ir a verle al día siguiente, quizá por última vez. Y tenía que ser prefecto, tenía que aprovechar cada segundo con Ella, tenía que intentar por todos los medios que el recuerdo que les quedara a ambos de aquella hora escasa fuera digno de recordar para el resto de sus vidas.
Porque si el recuerdo de su última vez se convertía en algo tan especial, quizá al final no acabase siendo su última vez.