A veces odiaba ser tan conciliador, tan responsable, tan correcto. Se había tirado toda su vida haciendo lo correcto, cumpliendo las normas, siguiendo el camino marcado. Podría llamarlo responsabilidad, conciencia, protección o amor incondicional, pero la realidad es que siempre anteponía lo correcto a lo que él necesitaba, y aquello ya se le hacía muy cuesta arriba.
Por eso sentía una punzada cada vez que le decía a Ella que fuera paciente y cuidadosa, que se protegiera, en vez de pedirle que hiciera lo que fuera por verse aunque fueran cinco minutos. Que su razón supiera que era lo que había que hacer no mitigaba las ansias de su corazón.