Ella era imprevisible, lo sabía desde siempre, pero después del increíble par de horas de la tarde anterior y de los mensajes que cruzaron aquella mañana, el ataque de pánico se había desvanecido en gran parte. Parecía evidente que Ella estaba tan enganchada a él como él a Ella.
Así que pasó la tarde enfrascado en nimiedades, para que, aunque continuaba pensando en Ella a cada momento, su mente se centrase solo en lo que habían vivido hasta el momento, y no en el mañana. Al fin y al cabo, las agujetas que tenía en el bajo vientre eran una gran ayuda.