Casco

Ella volvió a ir a su encuentro, y pese a todos sus temores, de nuevo se amaron con furia y frenesí, se abrazaron con ternura y delicadeza, se miraron con calma y serenidad, e hicieron planes con ilusión y anhelo. Pero lo mejor de todo fue, con mucha diferencia, y gracias a algo tan ridículo como un casco de ciclismo, que rieron a carcajadas, sin remedio, hasta que casi se les saltaron las lágrimas.

Solo por verla reír de aquella manera ya le merecía todo la pena, lo que ya había vivido y lo que estaba aún por venir.