Dos y media de la madrugada, incapaz de dormir. La incertidumbre de qué se iba a encontrar al día siguiente, de qué versión de Ella iba a entrar por su puerta, le tenía completamente desvelado. ¿La Ella indómita que le arrancaba la ropa y con la que se fusionaba cada átomo de su cuerpo? ¿La Ella racional que venía a frenar aquel mes de éxtasis secreto por el bien de sus conciencias? ¿La Ella emocional de la voz dulce y los ojos entrecerrados? ¿O quizá todas las Ellas a la vez?
Aunque, en el fondo, sabía que el problema no era qué Ella, sino qué él iba a aparecer, si el que se obligaría a decirle que todo estaba bien mientras Ella estuviera bien, o el que se moriría por no decirle que haría lo que fuera por pasar el resto de su vida con Ella: seguramente los dos a la vez.