Insensatez

A pesar de estar aún convaleciente, se saltó todas las normas y órdenes médicas habidas y por haber, y se salió al balcón con su música en los oídos y su bourbon en la mano. Era una insensatez, lo sabía de sobra, pero aquella noche lo necesitaba.

Porque tres días atrás Ella se había interesado por él, a él no le quedó más remedio que cortar la conversación por un compromiso previo, y Ella quedó en llamarle al día siguiente. Pero la llamada no llegó.

Así que, tras tres días de estoica defensa contra los ataques de la pena, el desencanto y la desolación, la mano del escudo flojeó y recibió un impacto a bocajarro en todo el centro del corazón, que le hizo caer de rodillas y le derrotó por completo.

Por eso cometió la insensatez de salirse al balcón, porque solo en aquel micro-mundo de dos metros cuadrados sería capaz de no desangrarse, de remendar una herida más, de volver a asimilar la certeza de una vida lejos de Ella, y ser capaz de levantarse de la cama al día siguiente