Era infalible, en cuanto pasaba un rato con Ella volvían los sueños, las ansias, la imaginación desbocada y las tentaciones imposibles. La fuerza de voluntad necesaria para bloquear aquellos sentimientos, aquel corazón ansioso y desbocado, aquella necesidad irreprimible de escribirle y saber de Ella adquiría proporciones épicas. Y pensar en un día de campo rodeados de gente, de parejas y exparejas tampoco es que ofreciera un consuelo desmesurado.
Lástima que no se dieran premios a los mártires del amor verdadero…