Odiaba que la gente entrara en su vida, revolviese todo y se largara sin más dando un portazo. Aquello solo se lo había permitido a Ella durante años, pero porque Ella no era una cualquiera. Ella era Ella.
Y aún así, de nada había servido otorgarle aquel privilegio. Su portazo había sonado igual de fuerte que todos los demás.