Aunque se había jurado y perjurado mil veces que no lo volvería a hacer, no pudo evitar ofrecerle su ayuda y su apoyo en cuanto Ella se vio en el misma situación que acababa de atravesar. Sabía de antemano cuál sería la respuesta, sabía que era como gritar contra el viento, pero aún así lo hizo. Necesitaba demostrarse a sí mismo que, por encima de la tristeza y de la pérdida, más allá de las entrañas retorcidas y de los dientes apretados, su corazón seguía siendo noble. Aunque aquello significara terminar de echar el cerrojo.