Cuando él todavía estaba enfurruñado por Su ausencia en la cena de la noche anterior, la vio de casualidad paseando de la mano de otra persona. Y en aquel momento, aunque ya se lo había dicho a sí mismo otras veces, el convencimiento de que su historia con Ella ya se había terminado del todo le caló hasta el mismo tuétano de su alma. Ya no había lugar para última esperanza, ni para ilusiones ingenuas, ni para giros de guion inesperados, ni para nada. El bofetón de realidad le arrancó las escamas de los ojos, y vio con total claridad que Ella ya había pasado página.
Así pues, el momento había llegado: nunca jamás habría otra «Ella» como Ella, pero sí que veía otras «ellas» a su alrededor, y él ya se había ganado el derecho a intentar ser un poquito feliz e importante para alguien.