Se suponía que aquellas cosas ya no iban a pasar, se suponía que sin depender ya de nadie, los planes que con tanto cuidado preparaba y llevaba a cabo saldrían adelante sin problemas, se suponía que la gente con la que hacía aquellos planes eran independientes y libres como él, y que su interés era mutuo.
Pero, al parecer, no era así. Después de dos días de locura, de retorcer horarios hasta lo imposible, de conducir una manta de kilómetros en tiempo récord con tal de llegar a la cita, se encontró vestido, arreglado y perfumado leyendo un mensaje en el que se cancelaba el plan. Tanto esfuerzo, tantas ganas para nada, como en los viejos tiempos.
Así que, navegando entre la furia y la decepción, se preparó para otra noche de canciones asesinas y bourbon en el balcón, rogando a los hados para que se apiadaran de él por una maldita vez en la vida.
Y, encima, Ella había publicado otra de aquellas fotos….