Barrena

Le había vuelto a pasar. Había entrado en barrena, una muy plana y peligrosa en esta ocasión, y en vez de mantener la calma y aplicar el procedimiento adecuado, se había puesto a pegar palancazos como un loco, empeorando la situación y condenándole a estrellarse.

Porque su vida era como un avión acrobático, capaz de hacer figuras increíbles en el cielo, pero tan sensible que el más minino error le estampaba contra el suelo. Y con la facilidad que él tenía para malinterpretar las cosas más simples y montarse conspiraciones inauditas, debería dejarse de acrobacias y dedicarse a conducir un tren.

Al menos tenía una semana por delante de obligado cambio de aires para tratar de serenarse, recuperar el control, y rezar a todos los dioses para que Ella no hubiera leído la publicación de la noche anterior.