Después de unos días bastante complicados, tuvo que poner su mejor cara de poker al comprobar cómo las dos mujeres de su vida se enviaban mensajes de eterna amistad. Como si a una no la hubieran consumido los celos por la Otra durante años y hubiera renegado cuando Ella le dio la espalda a él, y la Otra no le hubiera sacado de la casa de la una apenas unos meses antes para besarle. Y él, desechado por ambas, se empeñaba en seguir siendo «el buen tipo» y guardaba silencio para protegerlas a las dos, mientras se destruía por dentro y se obligaba a mantener la compostura por fuera, pensando en que más le habría valido ser un poco más egoísta y un poco menos cándido.
Las dos mujeres de su vida prometiendo quedar para emborracharse juntas, y él llorando en su balcón; las dos mujeres de su otra vida, de aquella que ya se había acabado.
Qué puta ironía