Le dijeron que el primer paso para empezar a olvidar a alguien era disponerse a hacer planes como si la persona a olvidar se hubiera mudado a otra ciudad, y como le pareció lógico, siguió el consejo.
El problema venía al descubrir que, justo aquel día, podía haber quedado para cenar con Ella, y hablar con Ella, y reír con Ella, y brindar con Ella, y acurrucarse en los ojos de Ella. Y claro, aunque la compañía era maravillosa, no podía dejar de pensar en que podía estar sentado frente a Ella.
Así no había quien fuese capaz de olvidar.