De nuevo llegó Su cumpleaños y, dadas las circunstancias, obvió el millón de fantasías y quimeras que poblaban su cabeza y se conformó con un mensaje de felicitación breve y emotivo.
Habría podido y deseado enviarle un millar de versos, un centenar de canciones y una decena de declaraciones de amor, pero quizá ya era hora de asumir la realidad y aceptar cuál era su lugar. El de verdad.