Estaba hecho un lío. Trataba de romper con todo y empezar de cero por un lado , pero al mismo tiempo intentaba agarrarse y conservar lo que le quedaba por el otro. No era el típico conflicto de razón contra corazón, sino de él contra sí mismo, de quemarse a lo bonzo para poder renacer de sus propias cenizas.
Lo único que tenía claro era que pocas veces en su vida había necesitado un abrazo tanto como lo necesitaba entonces. Así, al menos, tendría un sitio donde llorar.