Casi sepultado bajo aquella montaña de convenios, contratos, altas y bajas, renovaciones y cancelaciones, los días se pasaban volando sin tiempo casi ni de respirar, centrado sólo en cuestiones prácticas del día a día, y con su corazón encerrado en un bunker antinuclear para que nada ni nadie pudiera entorpecer su proceso de «renovación».
Y aún así, pese a concentrar todas sus energías en impedirlo, en el momento de cerrar los ojos cada noche para tratar de descansar, su último pensamiento siempre seguía volando hasta Ella.