A veces se le hacía muy difícil seguir manteniendo la compostura. Estaba harto de ser el fuerte, de aguantar al pie del cañón, de tirar del carro, de hacer lo correcto. A veces necesitaba gritar y dar patadas, a veces necesitaba llorar y que le abrazaran, a veces también él necesitaba derrumbarse.
Pero no podía ser. Se había construido un personaje, una imagen, y ya era tarde para dar marcha atrás, al menos hasta que detonara «su bomba». Y luego, estaban las promesas… Así que, por enésima vez, aquella noche tendría que conformarse con la soledad de un balcón, unos auriculares y una botella de bourbon.