Nada por aquí, nada por allá; nada por delante, y nada por detrás: le había bastado una semana por encerrado en casa para darse cuenta de que su vida había quedado reducida a la nada, la nada más insignificante y absoluta, como por arte de magia.
Pero los buenos magos traían siempre de vuelta aquello que desaparecía, y el sospechaba que un buen mago, precisamente, nunca iba a llegar a ser.