Hasta en eso se había equivocado . Al final volvió a lanzar su invitación de tomar la última copa en su casa, pero no fue aceptada. Ella no puso ninguna objeción y guardó un discreto silencio, pero no hizo ningún intento de convencer a la «otra parte», y la propuesta quedó en agua de borrajas.
Un año antes, él se habría consolado con la creencia de que Su silencio significaba que aunque Ella quería, no podía imponerse. Pero, al pensarlo, un año antes parecía otra vida, y en la vida actual Ella ya estaba en una dimensión paralela a la que él no podía acceder, por mucho que aún quedara algún destello en Sus ojos.
Así que volvió a sentarse solo en su terraza, volvió a colocarse los auriculares, y se dispuso a emborracharse a la luz de la luna y sumergirse en su duelo y su tristeza a partes iguales. Porque Ella nunca dejaría de ser Ella, por mucho que él nunca más volviera a ser Él, si es que alguna vez lo fue.