Mandaba narices que, de entre los miles de series disponibles en la televisión, su hija se hubiera tenido que enganchar a una que él ya había «padecido» años atrás, en la que el protagonista y anti-héroe contaba a sus vástagos durante nueve temporadas cómo él y una de sus íntimas amigas habían estado perdidamente enamorados sin conseguir materializar su amor durante una década y media. Vamos, una copia exacta de su propia historia. Así que tener que revivirlo todo por segunda vez a través de la serie, con la coincidencia incluso de años y eventos, no era sino una espina más que se clavaba en su destartalado corazón.
Tenía su gracia ver cada episodio, las vueltas de la trama, pensando en el bello y romántico final. Y sin embargo, le dolía pensar en que el desenlace de su propia historia con Ella no había sido ni bello ni romántico, sino simplemente final.