Después de casi dos meses, volvió a sentarse al volante para hacer el recorrido que tan bien conocía. Y, como cada vez que pasaba por aquel punto, sintió una punzada en las entrañas solo de pensar ver en cartel de Su pueblo. Así que, con el ceño fruncido y media sonrisa en la cara decidió, en consonancia con su nueva política de pasar página, que ni siquiera miraría el dichoso cartel, que ocuparía su mente en otras cosas para no rememorar aquellos días casi felices. Pero a escasos kilómetros del «problemático» cruce vio una furgoneta parada en el arcén, y mientras aminoraba la marcha por si tenía que prestar ayuda, sintió cómo su determinación y su medida sonrisa se es fumaban al ver bien grande el logo de la empresa que Ella dirigía en el vehículo.
Daba igual lo que decidiera o lo que intentase, daba igual cuánto luchara contra sus propios sentimientos, porque siempre iba a parecer algo de Ella en cualquier momento para recordarle que, como con cualquier adicción, aquello era de por vida.