El sueño fue tan vívido, tan real, que casi le asustó. Ella parecía abatida, al borde de las lágrimas, y él trataba de consolarla, como tantas veces. Pero, tras confesarle que Su matrimonio había naufragado, de repente Ella le miró a los ojos, puso una mano en su mejilla y, con un escueto «solo pienso en ti», le besó. Le besó con suavidad, pero con pasión; con ternura, pero con intensidad; con dulzura, pero con intención. Y justo en ese momento, cuando ambos se recostaban y sus cuerpos buscaban la proximidad, se despertó.
Podría seguir bloqueando férreamente sus sentimientos, cortar todo contacto con Ella e incluso pasar página, pero había algo que, tal y como si subconsciente le acababa de recordar, permanecería inmutable en lo más profundo de su ser: Ella siempre sería Ella.